
El espejo la refleja desnuda,
con el deseo en los ojos de la espera,
anhelando que su amante acuda
a saciarse de tanta primavera.
La boca , de pecado , roja y muda,
invitando a quemarse en esa hoguera
de su cuerpo encendido, ya frontera
del cielo, del infierno y de la duda.
Sus dedos, como oscuras mariposas,
resbalan lentamente por sus senos
dibujando, en su piel, lunas y rosas.
Mientras, sus muslos, de lujuria llenos,
destilan, por encima de otras cosas,
el más dulce de todos los venenos.
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