Las campanas de Linares
están tocando a difunto
por dos mineros cabales
que dejaron este mundo
sus penurias y sus males.
Versos, poemas, letras de fandango y solea y otras composiciones de Rafael Domínguez Villa.
Las campanas de Linares
están tocando a difunto
por dos mineros cabales
que dejaron este mundo
sus penurias y sus males.
Tengo que matar recuerdos
como se matan palomas
y así borrar de mi mente
para siempre a esa persona.
Cuando pase mucho tiempo,
cuando estés en otra parte,
cuando ya no venga a cuento,
entonces vas a acordarte
y a sentir lo que yo siento.
Aunque malvivo en la fragua
mi corazón no es de hierro,
no merece que lo trates
peor que se trata a un perro.
En la rama más alta
del limonero
que hay junto a tu casa
canta un jilguero.
Y te despierta,
si dejas tu ventana
de noche abierta.
Al Darro le pregunté
si me guardaba un secreto
y cuando se lo conté
fue el amigo más discreto
que en la vida me encontré.
Siete rosas, siete espinas,
siete sueños de colores,
siete besos, siete heridas,
siete sentidos amores,
siete esperanzas perdidas
y siete dulces errores.
En el columpio del patio
que cuelga de la morera
voy a acercarte hasta el cielo
meciéndote por bamberas.
No puede ser que aún yo dude
al mirarte si tus ojos
son verdes o son azules.
Y siguiendo con mis dudas
no se me quitaran nunca
sino te veo desnuda.
Qué malo es el pensamiento
cuando se pone a dar vueltas
alrededor de tu cuerpo.
Caballito desbocao
que no responde a las riendas
y esta cieguito perdío
como el que lleva una venda.
Que cuando se pierde el juicio
todos los caminos llevan
al borde del precipicio.
Esta fiebre que me sube
vino por una pregunta,
si es que son verdes o azules.
Verdes son en el verano
y azules son en enero,
qué importa el color que tengan
si por tus ojos me muero.
Desde que te fuiste niña
los naranjos de mi calle
ni alegran el mes de abril
ni se llenan de azahares.
A Cuba me voy mi niña
para no volverte a ver,
dejo el barrio de la Viña,
la murallita y la fuente
que tiene tu casa enfrente.
A Dios tan solo le pido
que me conceda el olvido,
que se borre mi memoria
poniendo fin a la historia
de este amor incomprendido.
A lomos de un pensamiento
eché a volar una tarde,
me dejé llevar del viento,
me olvidé que era cobarde
y me hice grande por dentro.
Al dejar a mi espalda
la serranía
el viento del camino
me repetía
calla y olvida
que ella no va a quererte
nunca en la vida.