
Me has hecho perder, niña, los papeles,
escuchando tu voz, cascada pura,
un torrente sonoro de ternura
con ecos de infantiles cascabeles.
Congregan las campanas a los fieles,
seguidores, sin fe, de la dulzura
de la palabra, que inicia singladura
de tu boca al paraíso de las mieles.
Música marina, que trae la brisa
desde el olvido de las caracolas
hasta el final azul de algunas penas.
Claridad absoluta de tu risa,
que enrojece, por mi, las amapolas
que duermen con las blancas azucenas.
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