
Han dejado las torpes caracolas
lágrimas azules en tus mejillas,
triste río de dolor, con dos orillas
de azucenas marchitas y amapolas.
Repetían, como ecos de las olas,
necias mentiras, de viejas cotillas
enterradas en vidas amarillas,
condenadas a estar siempre solas.
Esa luz de unos ojos sin cadenas,
tu sonrisa de vuelo de gaviota,
propician esa envidia que les mata.
La primavera volverá a tus venas,
se compondrá la fe de tu alma rota
y puede que se muera alguna rata..
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