
Acuarela de RAimundo López
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No se va de mi cabeza
ese enjambre de mariposas negras,
rabiosas de deseo insatisfecho,
feroces como tigres sin comida
en una estrecha jaula
de barrotes fríos.
No las espanta
ni el infernal ruido
de la vieja máquina
calentando la leche del café.
La muchacha tiene los ojos,
grandes y redondos,
de una pureza extraña y torpe
mientras me mira
con la lástima que provocan
los últimos perdedores.
Me acerca la taza con delicadeza
para no hacerme daño,
para no quebrar más
el cristal de mi corazón roto.
Le sonrío sin fuerzas
perdido en un botón,
frontera de su pecho
casi adolescente,
tan blanco y sin formas.
Bullicio continuo
de bar de mercado,
refugio fugaz
de un mayor ajetreo,
crisol de colores,
aromas y sabores,
pregones de vida
que no me han hecho
olvidar mi tristeza
ni regateando con ella.
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