
Un caballo llamado golfo
algunas noches
cabalga por mis sueños
perdido y desbocado,
unas veces es blanco,
otras pintado de lunares
como las dulces pecas
de una muchacha pálida.
Tiene ojos de muerte
cuando va sin jinete
pero a veces lo monta
una joven morena,
desnuda y frágil
como un cielo sin estrellas,
entonces la lujuria
brilla en sus pupilas
y su mirar no asusta
ni anuncia nuevos lutos.
La mujer, deseable,
tiene el cuerpo de tantas
y el rostro sin embargo
de alguien que no conozco.
Le pido que se pare
a compartir mi luna,
los besos de unos labios
manchados de recuerdos
y el alba mentirosa
que está tras la colina.
Ni ella ni el caballo
detienen el galope,
mi deseo se sacia
de naranjas amargas,
los dos se alejan
y yo me despierto
solo en mi cama.
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