
El recuerdo de un beso inicia el rito
de esta religión nueva y extraña.
Atrapado en la dulce telaraña
perdida de mi ayer, te necesito.
Quién nos robó el olvido me repito,
quién arrancó la luz con tanta saña,
qué cuervos anidan la espadaña
de un corazón como una flor marchito.
Consagro la nostalgia, cual veneno,
en el altar de una cama vacía
a lo noche sin ti, sin tu deseo.
Cuando ese cáliz gris se encuentra lleno
lo apuro hasta el final sin alegría
en nombre de este dios en que no creo.
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