
Acaso tienes miedo
de este cuchillo frío,
de esta afilada hoja
de nuestro amor maldito,
de las rosas primeras
de espinas verdes.
que saben nuestra historia.
Acaso te imaginas
que solo está el desierto
detrás de la colina
y la sed de tu boca
puede hacerse infinita
en las noches de ausencia
completa y absoluta.
Piensas, quizás desnuda,
que aprendí de otros besos
a mostrarme egoísta
y que guardo cenizas
de pasadas hogueras
en un cofre de plata.
Me sonríes y callas,
condenando mis sueños
sin juzgarlos siquiera.
Te parezco bandido
y mis labios perjuros
un caudal mentiroso
de palabras vacías.
Acaso tienes miedo
de la sangre en torrente
desbocada en las venas,
del veneno del alma
inundando tu cuerpo.
Has trazado con tiza
una raya en el suelo
como estricta frontera
que divide el espacio
de tu sombra y la mía,
pero siempre tus ojos
al final te delatan
y se asoman curiosos
tras la verja amarilla
a mirarme dormido.
Acaso tienes miedo
de que tristes gaviotas
puedan irse volando
y llevarse con ellas
tu alegría en el pico,
que no encuentre caricias
para darte mañana
cuando te haya tenido
entregada en mis brazos.
Acaso tienes miedo
de escucharte a ti misma,
de saber lo que quieres,
de mirar adelante,
de perderte tranquila
más allá de tus pasos,
de que el mundo se rompa,
que la luna se apague
y que en ese alboroto
quieras tú que me quede
el día en que me marche.
.
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