
Aquellos días de mayo en las venas,
aquella luz de primera mañana,
aquellos labios dulces de manzana
en las tardes azules y serenas.
Un recuerdo me acompaña las penas
con sonido de viento y de campana,
risa de sal, fuente de la que mana
un torrente de sol y de azucenas.
Y se vuelve contra mi el olvido,
me traiciona de nuevo la memoria
imposible de aquello que no ha sido.
El final sin principio de esta historia
es que el cáliz de amor ya se ha cumplido
y no ha habido después cielo ni gloria.
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