
Ahora, me pides que sea quien escoja,
hoy el paraíso, el infierno mañana,
Tú, mi Señor, que hiciste la manzana
del pecado tan dulcemente roja.
La margarita cruel, que se deshoja
en este juego en el que nadie gana,
decidirá esta suerte de malsana
elección, entre el vacío y la congoja.
Elegir el olvido o la memoria,
renunciar al amor, por amor puro,
en nombre de un sagrado mandamiento.
Un eterno castigo, por la gloria
azul de un beso en un rincón oscuro.
Déjame que lo piense otro momento.
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